3 lecciones aprendidas de nuestra colaboración con otras instituciones energéticas y el camino de América Latina hacia la descarbonización
El mercado energético mundial ha experimentado volatilidad, aumentos de precios y desafíos de seguridad energética en diversos frentes durante los últimos años. Según el World Energy Outlook de 2022, las preocupaciones geopolíticas y económicas han afectado los mercados energéticos en todo el mundo, recordándonos los desafíos que enfrenta el sistema energético global.
Si bien América Latina no fue ajena a los impactos de estos desafíos, los importantes avances de la región en cuanto a la adopción de energía limpia en las redes eléctricas han evidenciado su preparación para manejar el impacto del aumento en los precios de los combustibles fósiles. Además, hemos aprendido que la seguridad energética es coherente con las transiciones de energía limpia. Países como Costa Rica, Uruguay y Paraguay, que cuentan con vastos recursos de energía limpia, no solo se vieron menos afectados por la fluctuación de los precios del combustible, sino que también pudieron generar ingresos y ayudar a aumentar la seguridad energética en las regiones vecinas mediante la expansión de las exportaciones de energía limpia. Por último, pero no menos importante, hemos aprendido que la integración energética se ha vuelto más crítica para manejar la incertidumbre en los mercados energéticos, lo que incluye compartir mejor las fuentes de energía renovable, como la disponibilidad de energía hidroeléctrica, eólica y solar.
Mientras la región continúa descarbonizándose, existe la necesidad de acelerar aún más el ritmo para alcanzar la meta de cero emisiones netas para 2050. Esto requerirá acelerar la transición del sector eléctrico, así como la descarbonización de nuevas fronteras, como la industria y el transporte. sectores
En este escenario, la colaboración se convierte en un catalizador para acelerar esta transición.
Primero, colaboración para aumentar la ambición política y acelerar el entorno propicio para la energía limpia en el sector eléctrico
La región latinoamericana cuenta con aproximadamente 60% de energía limpia en la red, gracias principalmente a la energía hidráulica y las importantes incorporaciones de energía eólica y solar que han podido compensar el menor crecimiento de la primera en los últimos diez años. Si bien existen grandes variaciones entre ellos, con países como Paraguay, Uruguay y Costa Rica que tienen 100 % de energías renovables, todavía existen algunos desafíos en otras regiones como el Caribe, donde en muchos países la mayor parte de la energía todavía se produce con combustibles fósiles. combustibles
El primer paso para acelerar la energía limpia en el sector eléctrico es la ambición política. Un buen ejemplo del compromiso de la región es la Iniciativa de Energía Renovable para América Latina y el Caribe (RELAC), que es reconocida como una iniciativa ambiciosa de alto impacto en la Cumbre de Acción Climática de las Naciones Unidas. La iniciativa tiene como objetivo aumentar la penetración de las energías renovables al 70% para 2030 en la región. El BID, como secretaría técnica, colabora con organizaciones como OLADE como agencia informante, e IEA e IRENA como socios clave de conocimiento, para intercambiar mejores prácticas sobre cómo transformar la ambición política en resultados.
Una vez que se implementa la política, es fundamental contar con un entorno regulatorio propicio adecuado. Por eso, en el BID mantenemos una alianza clave, por ejemplo, con la Asociación Iberoamericana de Reguladores (ARIAE). A través de esta colaboración, promovemos guías sobre mejores prácticas regulatorias que incluyen el diseño de contratos de energía renovable, mercados mayoristas de energía con una gran participación de renovables y los desafíos regulatorios del segmento de distribución de electricidad, entre otros.
Además, con nuestros propios instrumentos del BID (principalmente asistencia técnica, proyectos y financiamiento de políticas), hemos contribuido con más de US$30 millones en asistencia para desarrollar marcos regulatorios que permitan un entorno de tecnologías de energía limpia. Estas inversiones se han centrado principalmente en:
El desarrollo de nuevos modelos de negocio,
- Reglamento para la participación del sector privado,
- Desarrollar plantas nacionales y objetivos renovables, y
- Actividades de preinversión de proyectos.
Segundo, colaboración para construir un sistema energético integrado limpio y resiliente en América Latina y el Caribe
La integración regional será clave para lograr una mayor participación de las energías renovables en la región. Nuestros estudios indican que la región puede lograr hasta un 80% de energías renovables en la red y ahorrar más de US$20 mil millones de dólares en el proceso si lo hacemos de manera integrada.
La integración eléctrica es un desafío, ya que necesita diferentes capas de políticas, instituciones, regulaciones y reglas operativas técnicas para desarrollarse. Pero hemos apoyado la expansión de importantes facilitadores para la colaboración regional en muchas regiones, incluso en América Central, con el desarrollo del mercado eléctrico regional. Este proceso ya ha demostrado los beneficios de la integración: el comercio ha crecido más de 5 veces en los últimos 8 años. Hoy, más de 300 empresas comercializan electricidad libremente en los seis países centroamericanos.
Además del proceso de integración centroamericana, seguimos liderando el apoyo a otras regiones como SIESUR, donde colaboramos con OLADE y CIER para avanzar en esta iniciativa.
Nuestra prioridad es seguir teniendo un papel clave en los procesos de integración energética de la región.
Y por último, pero no menos importante, la colaboración para agrupar recursos para la asistencia y el financiamiento de la transición, y facilitar la descarbonización de nuevas fronteras.
Somos un banco de desarrollo. Por lo tanto, el financiamiento es fundamental, especialmente en países donde las energías renovables en la red eléctrica no se han adoptado como “negocios como de costumbre” y para apoyar la descarbonización de nuevas fronteras, como el transporte y el sector industrial.
En los últimos cinco años, hemos proporcionado más de US$5 mil millones en financiamiento a inversiones públicas críticas. Nuestros montos de financiamiento climático han aumentado del 47 % en 2018 al 84 % en 2022, una clara indicación de la demanda de la región para el financiamiento de la transición a la energía limpia y nuestro papel para apoyarla. En este proceso, hemos apalancado casi US$ 1.000 millones de otras instituciones como cofinanciamiento o subvenciones de inversión. Esto incluye recursos de la Comisión Europea, el Banco Europeo de Inversiones, Corea, Japón, España, Estados Unidos, Francia y Noruega.
El financiamiento climático es fundamental para comenzar a desarrollar el entorno propicio para la descarbonización de segmentos difíciles de descarbonizar, y estamos trabajando intensamente con otros socios en esto. Por ejemplo, en la descarbonización del transporte, hemos brindado asistencia técnica en políticas, estrategias y regulaciones para permitir la electrificación del transporte en más de 20 países.
Además de esto, trabajamos con socios para atraer financiamiento concesional a la región. En el último trimestre de 2022, el BID aprobó el Programa de Movilidad Eléctrica para Ciudades Sostenibles en América Latina y el Caribe”. El programa facilitará una transición en las ciudades de la región hacia menores emisiones de carbono y un transporte público resiliente.
Además, actualmente apoyamos a cuatro países: Colombia, Chile, Jamaica y Uruguay en el desarrollo de sus estrategias y mercados de hidrógeno verde, que serán clave para descarbonizar otras áreas en el transporte y la industria.
En resumen, vemos un enorme potencial en tres áreas para acelerar la transición energética.
- Colaboración para aumentar la ambición política y acelerar el entorno propicio para la energía limpia en el sector eléctrico.
- Colaboración para construir un sistema energético integrado limpio y resiliente en América Latina.
- Colaboración en la puesta en común de recursos para la asistencia y la financiación de la transición y la facilitación de la descarbonización de nuevas fronteras.
Creemos que debemos acelerar estas cooperaciones reconociendo las complementariedades de cada organización